jueves, 29 de septiembre de 2016

Bailarina

Se a ciencia cierta que tú no sabes quien soy yo.
Yo a penas intuyo un poco más sobre ti, pero ayer nos cruzamos y debo calmar la necesidad de escribirte, que lleva rondando mi cabeza desde que supe de tu existencia.
Así que, ahí voy.

Querida Bailarina:
Como ya he dicho no se quien eres realmente por lo que desconozco si te gusta bailar o conoces el cuento, pero me da igual.
Ahora mismo eres la mujer que hace feliz a soldadito y eso te convierte a mis ojos en la pequeña bailarina. 
Lo primero que quiero hacer es decirte que he querido y quiero a ese hombre con una intensidad que él nunca entendió ni entenderá, y que espero que llegues a quererle mejor que yo. Porque realmente se merece ser correspondido por alguien que sienta como él, y no de la forma absurdamente exigente que quiero yo a las personas.
Espero que tu camino sea recto y tranquilo como el suyo ,y que podáis compartir esas pequeñas cosas que hacen que dos personas se hagan felices mutuamente. Te aseguro que por su parte va a hacer todo lo posible por hacerte feliz. He visto lo relajado que camina de tu mano, no hay ni rastro del pánico que le inundaba cuando lo tenia junto a mí, y no sabes como me reconforta eso.
Lo segundo quiero pedirte un par de cosas a pesar de que no tengo ningún derecho a hacerlo.
Va a querer cuidar de ti, no dejes que se culpe de no poder solucionarlo todo,ni que se meta en lios por tonterías. 
Cúrale con besos las cicatrices emocionales que nunca te contará que tiene,pero que te prometo que están ahí.
No va a escribirte cartas de amor, pero te va a demostrar cariño de un millón de formas, por favor; aprecialas.
Le llamo soldadito porque no es muy dado a exteriorizar sentimientos, pero es un hombre complejo y altamente fiel a aquellos que considera importantes. No le falles porque él nunca va a fallarte.

Y aunque esto último sea una petición egoísta;no me lo alejes del todo por favor, quiero seguir ocupando un espacio en su vida. Forma parte de mi y me ha ayudado a levantarme más veces de las que le he confesado, así que no me destierres de él.


No te conozco, pero te puedo asegurar que me considero en deuda contigo por hacer feliz a ese hombre.

No juegues con él,no le hagas más daño del que ya ha pasado.
Cuida de soldadito por mi bailarina. 
Hazle feliz.

viernes, 24 de junio de 2016

Dime que tienes toda la vida

Cuando te conocí no sabía que eras mago. Bueno, para ser sinceros en realidad nunca te conocí y creo que ese es el fuego que me quema por dentro impulsándome a escribirte estas líneas,que se convertirán en un grito en el desierto. 
Recuerdo enseñarles la conversación que demuestra que fuiste tú quien me encontró a mí y que mis amigas exclamaran al unísono "el mago". En su momento mi pregunta fue qué si hacías magia, a día de hoy la duda es si eres una señal. 
Te preguntarás, si llegas a leer esto, que por qué te escribo ahora. Que por qué derramo tinta sobre acontecimientos que tienes enterrados en el lado más anecdótico de tu cerebro tres malditos años después.
Y es porque nuestras vidas se siguen cruzando y no dejo de pensar en si seguirás teniendo toda la vida. Porque aún sin conocernos, cada día siento que te intuyo un poco más y si me vuelves a preguntar esta vez si que te diría que por desgracia. 
Tengo que confesar que la primera vez que el destino nos cruzó yo no tenía toda la vida. La había hipotecado por unos labios que solo mentían. Tenía las uñas ancladas en la espalda de León y creía que nunca podrían sacarme de allí.
Pero han pasado tres años y aunque no soy ya la niña a la que le dijiste, que tenías toda la vida, que por qué no iba pidiendo presupuestos; ahora soy libre.
Ahora que por fin soy yo quien toda la vida, y tras haber devorado unos cuantos cuentos de Cortázar, haberme inyectado versos de un enamorado de Rayuela y haberme atragantado intentando entender la historia de Horacio y Lucía, creo que sería un error no intentar perseguirte, querido mago.
Por eso te pregunto que si sigues teniendo toda la vida.
Porque no voy pedir presupuestos ,aún, pero creo que deberíamos conocernos, visitarnos, hacernos un tour guiado el uno por el otro, calibrando como de en ruinas estamos y cuán habitables podríamos llegar a ser. 
No sé,es que quizá va siendo hora de que andemos buscándonos para asegurarnos de acabar encontrándonos. 
Sospecho que podrías convertirme en Horacio. Imito fatal el acento argentino pero algo en tu forma de sonreír me dice que podría llegar a obsesionarme contigo. 
Y después que sea lo que Cortázar quiera. O no. No sé como acaba la novela, creo que mal, pero una vez me dijiste que no dejara de escribir, y esto podrías reescribirlo tú conmigo.
Sé que todo esto es una locura. Pero llevo dos años yaciendo inerte y creo que mi corazón está preparado para que lo vuelvan a vapulear. 
Además, ya que estoy siéndote asquerosamente sincera, confesaré que yo soy mucho de locuras y que me han dicho que a ti gustan las aventuras. 
Podemos perdernos juntos, tal vez incluso nos acabemos encontrando.
Solo dime...
¿Sigues teniendo toda la vida?

viernes, 13 de mayo de 2016

Llevo meses amontonando folios de sentimientos que jamás verán la luz.
Tanto tiempo sin contarle a nadie que sigo durmiéndome en llantos menos de vez en cuando de lo que me gustaría, sin explicarme a mi misma siquiera el por qué.
Que es por ti.
Creo que echo de menos los besos que te quedan por darme, que estas manos frías son tan solo la necesidad de que las cojas entre las tuyas y las calientes.
No lo sé.
He perdido la cuenta del número de cartas de amor en forma de mensajes desesperados escritos con dedos temblorosos en el móvil he borrado. Y son dos las cartas de suicidio apócrifas en las que te exculpo a ti de todo que he quemado en el fregadero.
Tengo pinchadas en el corcho las 3 últimas cartas de amor que me escribiste, aunque te confieso que están emborronadas por culpa de las lágrimas. Tranquilo,creo que son sólo ganas de volver a verte.
No sé.
El caso es que me siento rota y te siento lejos.
La última vez que estuviste entre mis sábanas prometiste que te quedarías para siempre, pero empiezo a temer que no vuelvas nunca. Que todas tus promesas de secuestrarme, llevarme lejos y quererme bajito hayan sido solo palabras vacías para pasar el rato. Algunos días me asalta la duda de si todo esto no es más que una escusa para que hable de ti. Para que te dedique mis horas, mis palabras y mis ojeras.
Puede que te preguntes cuánto hace que pasa esto. Desde cuándo, las apariciones fugaces que tienes en mi vida, tus sonrisas repentinas o nuestras borracheras esporádicas han dejado de servir para distraerme del hecho de que estoy un poco rota por dentro.
Ni idea.
Sólo sé que cada vez que te intuyo en otros brazos, que me cuentan que alternas con otra ardo, y no precisamente como cuando me tocas. Cuando lo hago en soledad me consumo sobre mi misma, sin saber si me quedan opciones de convertirme en fénix. Tentando a la suerte con mi errónea teoría de que los leones igual también tenemos 7 vidas.

Y que todo es por tu culpa.
Por ti.
No por todos ellos.
Por ti estúpido y escurridizo amor.

sábado, 9 de enero de 2016

Te he visto

Te he visto.
Hoy te he visto.
Necesitaba decirlo.
Bueno, estoy mintiendo. Porque no sé si te he visto.
Ese es el problema. Por eso llevo horas con este puto nudo en la garganta, porque no se si te he visto. Y duele.
Te has subido al bus y se me ha detenido el corazón. Obviamente no te has sentado a mi lado, ni si quiera me has saludado, por un momento dude incluso si llegaste a verme.
Te he mirado disimuladamente y todas las veces que nuestros ojos se han cruzado los has apartado antes de que pudiera ver si eran verdes, y si siguen teniendo algo de la luz que tenían.
Las paradas se han sucedido mientras a mi me temblaban las manos.
Y ha llegado mi destino y he pasado a tu lado rumbo a la puerta y has quitado la cara de un modo tan descarado que te he visto.
Tu destino era irónicamente el mismo, y te has puesto a mi lado.
Hemos estado un minuto, de pie, casi tocándonos. Cada uno con su canción, pero más juntos de lo que hemos estado en ningún segundo de estos dos putos años.
Te he mirado de reojo buscando las cicatrices pero no se si las he visto.
Y hemos bajado, y caminado al unisono, en silencio, yo sin mirarte y tu puede que hasta sin verme. El semáforo se ha puesto rojo, tu has seguido y yo me he quedado ahí sin saber si eras tu.

No sé si eres capaz de asimilar la magnitud del problema.
No se si olía a ti.
No se si tenía tus cicatrices, y ni siquiera se si era tan alto como tú.
Creo que no.
Pero porque quiero creer que no.
Quiero creer que aunque te has ido del todo tengo una memoria capaz de recordar, al menos al león que estaba a mi lado. Ese del que desconozco si sigues teniendo algo.
Por eso me ha dolido ser incapaz de saber si eras tú. Tener una duda tan patéticamente razonable.
Saber que puede llegar el triste momento en el que nos crucemos por la calle y no tengamos que esforzarnos en callarnos. Porque seamos auténticos desconocidos el uno para el otro.

En esto nos has convertido.
En dos personas que son incapaces de asegurar al 100% que no han estado hoy a milímetros del que un día llamaron su primer amor.

Creo que no eras tú. Que aún hay una parte de mi que sería capaz de reconocerte hasta en el infierno.

Aunque cierre los ojos y sólo pueda recordarte por fotos de hace demasiado. Aunque sea incapaz de evocar tu voz o tu dichoso olor.
Quiero creer que en el fondo de mi cerebro algo se despertara si un día tropiezo de bruces contra ti y murmuras lo siento, de forma sincera, por primera vez.

Pero no lo se.

Porque igual tú también has visto a esa chica que tanto se parece a mi, hoy, en otro bus. E igual ahora mismo tampoco sabes si era yo.
Tal vez la duda se haya instalado también en tu cerebro, y ahora te estés dando cuenta de todas las cosas, que se que tú sí que olvidaste definitivamente de mi hace mucho.

Tal vez.
No lo sé.

Y aunque tú haga mucho que no dueles.
Eso duele.