viernes, 24 de junio de 2016

Dime que tienes toda la vida

Cuando te conocí no sabía que eras mago. Bueno, para ser sinceros en realidad nunca te conocí y creo que ese es el fuego que me quema por dentro impulsándome a escribirte estas líneas,que se convertirán en un grito en el desierto. 
Recuerdo enseñarles la conversación que demuestra que fuiste tú quien me encontró a mí y que mis amigas exclamaran al unísono "el mago". En su momento mi pregunta fue qué si hacías magia, a día de hoy la duda es si eres una señal. 
Te preguntarás, si llegas a leer esto, que por qué te escribo ahora. Que por qué derramo tinta sobre acontecimientos que tienes enterrados en el lado más anecdótico de tu cerebro tres malditos años después.
Y es porque nuestras vidas se siguen cruzando y no dejo de pensar en si seguirás teniendo toda la vida. Porque aún sin conocernos, cada día siento que te intuyo un poco más y si me vuelves a preguntar esta vez si que te diría que por desgracia. 
Tengo que confesar que la primera vez que el destino nos cruzó yo no tenía toda la vida. La había hipotecado por unos labios que solo mentían. Tenía las uñas ancladas en la espalda de León y creía que nunca podrían sacarme de allí.
Pero han pasado tres años y aunque no soy ya la niña a la que le dijiste, que tenías toda la vida, que por qué no iba pidiendo presupuestos; ahora soy libre.
Ahora que por fin soy yo quien toda la vida, y tras haber devorado unos cuantos cuentos de Cortázar, haberme inyectado versos de un enamorado de Rayuela y haberme atragantado intentando entender la historia de Horacio y Lucía, creo que sería un error no intentar perseguirte, querido mago.
Por eso te pregunto que si sigues teniendo toda la vida.
Porque no voy pedir presupuestos ,aún, pero creo que deberíamos conocernos, visitarnos, hacernos un tour guiado el uno por el otro, calibrando como de en ruinas estamos y cuán habitables podríamos llegar a ser. 
No sé,es que quizá va siendo hora de que andemos buscándonos para asegurarnos de acabar encontrándonos. 
Sospecho que podrías convertirme en Horacio. Imito fatal el acento argentino pero algo en tu forma de sonreír me dice que podría llegar a obsesionarme contigo. 
Y después que sea lo que Cortázar quiera. O no. No sé como acaba la novela, creo que mal, pero una vez me dijiste que no dejara de escribir, y esto podrías reescribirlo tú conmigo.
Sé que todo esto es una locura. Pero llevo dos años yaciendo inerte y creo que mi corazón está preparado para que lo vuelvan a vapulear. 
Además, ya que estoy siéndote asquerosamente sincera, confesaré que yo soy mucho de locuras y que me han dicho que a ti gustan las aventuras. 
Podemos perdernos juntos, tal vez incluso nos acabemos encontrando.
Solo dime...
¿Sigues teniendo toda la vida?