¿Y usted por qué quiere ser
cinturón negro de karate?
Estoy en la recta final, y hoy
recuerdo cuando le hicieron esa misma pregunta a una de mis ángeles y me la
formulo a mi misma...
Tengo 16 años, este verano 17, y
llevo haciendo karate realmente desde que tengo uso de razón.
Empecé a los 5 años, por lo que son casi 12 años entrenando. Currando día a día, a veces más a veces menos, a temporadas casi ni pisando el tatami y por épocas viviendo en él.
No sabía lo que significaba el karate ni la disciplina que implicaba un arte marcial, solo sabía una cosa, lo hacia mi tío y yo quería ser como él.
Él es una de mis razones de peso para necesitar más que querer pasar este examen. Quiero que se sienta orgulloso, que me mire como si fuera algo extraordinario y me regale el cinturón negro y me vea con él. Que sonría al darse cuenta de que la niña que quería "pomper tabas como tito" no parte tablas pero tiene carnet de arma blanca. Y si, me emociono solo de pensarlo.
"Demostrarles a todos los que dijeron que no lo conseguiríais que estaban equivocados"
Esa es otra de las razones, demostrarle a todo el mundo que no soy de las que tiran la toalla, que soy una guerrera, que el que me deja pasar se esta perdiendo mucho y que mi enemistad no es algo que deba ganarse a la ligera.
"Haced que se sientan orgullosos"
Mi mayor aliciente, además de mi tío quiero que toda mi familia que tantas veces me llevo y me fue a buscar, que siguió mi progreso en el karate me vea alcanzar la meta. Pero también quiero hacer ver al hombre que me entrena desde hace tanto que no ha estado perdiendo el tiempo.
Además últimamente no me siento muy orgullosa de mi misma, y necesito impresionarme a mí la primera.
Por eso tantas horas de entrenamiento, aguantando gritos y golpes. Y esa preocupación por el tobillo que me duele.
Porque estoy muy cerca de la cumbre y confieso tengo miedo a caer.
Y no quiero ser cinturón negro, lo necesito.
Empecé a los 5 años, por lo que son casi 12 años entrenando. Currando día a día, a veces más a veces menos, a temporadas casi ni pisando el tatami y por épocas viviendo en él.
No sabía lo que significaba el karate ni la disciplina que implicaba un arte marcial, solo sabía una cosa, lo hacia mi tío y yo quería ser como él.
Él es una de mis razones de peso para necesitar más que querer pasar este examen. Quiero que se sienta orgulloso, que me mire como si fuera algo extraordinario y me regale el cinturón negro y me vea con él. Que sonría al darse cuenta de que la niña que quería "pomper tabas como tito" no parte tablas pero tiene carnet de arma blanca. Y si, me emociono solo de pensarlo.
"Demostrarles a todos los que dijeron que no lo conseguiríais que estaban equivocados"
Esa es otra de las razones, demostrarle a todo el mundo que no soy de las que tiran la toalla, que soy una guerrera, que el que me deja pasar se esta perdiendo mucho y que mi enemistad no es algo que deba ganarse a la ligera.
"Haced que se sientan orgullosos"
Mi mayor aliciente, además de mi tío quiero que toda mi familia que tantas veces me llevo y me fue a buscar, que siguió mi progreso en el karate me vea alcanzar la meta. Pero también quiero hacer ver al hombre que me entrena desde hace tanto que no ha estado perdiendo el tiempo.
Además últimamente no me siento muy orgullosa de mi misma, y necesito impresionarme a mí la primera.
Por eso tantas horas de entrenamiento, aguantando gritos y golpes. Y esa preocupación por el tobillo que me duele.
Porque estoy muy cerca de la cumbre y confieso tengo miedo a caer.
Y no quiero ser cinturón negro, lo necesito.
Es curioso, si en Enero me
hubieran preguntado la importancia del karate en mi vida hubiera asegurado que
era mucho menor, pero ahora que me percato de todas las amistades conseguidas y
mantenidas gracias a él, de lo aprendido y de lo olvidado a base de golpes.
Todas las horas invertidas ahí para no pensar en cosas dolorosas, sobretodo
desde Enero...
Puede parecer exagerado, o quizá
estúpido todo esto, pero es que a estas alturas del año pasado me hubiera
parecido inconcebible pasar tres horas seguidas entrando con un tobillo en
malas condiciones, y hoy mismo lo he hecho sin rechistar.
Parece irónico que dejara el ballet
porque no quería comprometerme tanto con algo y no aguantaba tantas horas
dedicación. Casi surrealista que me considerara a mi misma incapaz de realizar
tanto sacrificio.
Pero en estos meses he dado mucho
más de mí al karate que en los años anteriores.
Y es que es verdad, el karate
lleva mucho marcando mi vida, y yo apenas me he dado cuenta preparando ahora el
examen de cinturón negro.
Estudiando extraños términos en
japonés y anteponiéndolos a algunos conceptos de otros temas.
Entregando horas que ni siquiera
tenía y llegando casi a la extenuación.
Porque en estas semanas me he
sentido más veces a punto de desmayar que nunca. Pero la idea de rendirse nunca
ha estado ahí.
Suena dramático, lo sé, como todo
lo que cuento, pero esto me hace sentir una guerrera, prefiriendo siempre morir
en combate que abandonar el campo de batalla.
A estas horas la semana que viene
seré cinturón negro o un completo fracaso, pero hay una cosa que no cambiará
independientemente de la decisión del tribunal….
Soy una karateka y jamás dejaré de
luchar…
Me he quedado con ganas de saber como acabó todo...
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