martes, 23 de diciembre de 2014

Infierno de miedos

El miedo es algo de lo que jamás podemos librarnos, está siempre presente con cada decisión que tomamos, con cada beso que damos,con cada te quiero que soltamos.
Esa eterna duda de ¿estoy decidiendo bien? te acompaña en cada paso del camino.
Y si te sales de camino apaga y vámonos.
Este año yo me he vuelto un poco suicida, he dado uno de los saltos al vacío más grandes de mi vida. Tras meses y meses de llantos, de dudas, de ¿Y si..? y de preocupaciones sobre el futuro decidí cambiar de rama académica.
No os lo conté, estaba demasiado ocupada hablándoos de desvaríos desamorosos.
En cierto modo porque creía que aquella era toda la angustia que tenía dentro, y sentía que era lo que necesitaba sacar, que eso era lo que me hacía infeliz. Aquel abandono, aquella sensación de soledad en el mundo, la certeza de que jamás nadie me amaría sinceramente, que no había nadie para mí en este planeta.
Por eso no era capaz de darme cuenta de que lo que me estaba haciendo infeliz era vivir una vida que no me correspondía,tener las preocupaciones incorrectas.
Cada sesión de estudio eran horas de tortura que solían acabar en llanto, cada examen era un fracaso, jamás había sacado notas tan bajas en mi vida y me precipitaba hacia una depresión. Siempre estaba alicaída y que hubiera gente crispada conmigo que lo achacaba a mi penoso estado sentimental no ayudaba. Me sentía patética y miserable, y lo peor de todo, una estúpida fracasada. Yo que siempre mire un poco por encima del hombro, que me creía relativamente inteligente, que academicamente había sido bastante buena de repente me pasaba la vida de recuperaciones. Entraba en pánico cada vez que nos daban una nota y veía mi futuro más y más negro. Me veía repitiendo aquel curso y el próximo y no siendo capaz de alcanzar la nota para ninguna carrera. Incluso mis visiones optimistas en las que entraba en la universidad acababa abandonando las carreras por fracaso estrepitoso, por no lograr sacar más de dos asignaturas al año.
No sabéis lo que es pensar en ti mismo dentro de diez años y ser incapaz de verte. Llegar a creer que eres un error.
Vivir por inercia es una de las peores cosas que me han pasado en la vida. Dejar que los días pasen sin ninguna ilusión, sin ninguna convicción. Que la vida sea como dijo el maestro una de esas cosas que no tienen mucho sentido.

Y un día entre todo ese caos de charlas sobre el futuro te paras a pensar de verdad qué es lo que te gusta. Y la poesía se cruza en tu vida, y te das cuenta que en el último tiempo solo tienes brillo en los ojos cuando hablas de literatura. Que aparte del automaltrato físico lo único que consigue despejarte la cabeza es escribir. Escuchas a tus amigas soñar con llenar escenarios y tu sueño es ser bestseller. Es entonces cuando te encuentras a ti misma luchando por cursar una asignatura que no ofertan para tu bloque y en medio de la batalla te das cuenta de lo que ocurre.

Al día siguiente preparas el salto y pasas por encima de todos los que no lo ven una buena idea. Haces tu plan e ignoras lo demás. Te tragas la falta de salidas, te tragas la locura de cambiar. Y sigues. Atas todos los cabos esperando que abajo haya agua, que la cuerda no se rompa. Y ahí aparece el miedo gritándote que no lo hagas, que sigas a la inercia, que eso es lo seguro.
Yo me tape los oídos con dos versos y salté al vacío.
No ha sido fácil, hacer lo que te gusta no es un camino de rosas, pero al menos como en las relaciones de verdad sabes que merece la pena, porque cuanto más das más consigues y cuánto más consigues más feliz eres.

Y como os dije en la última entrada ahora vivo un momento muy feliz, veo mi futuro claro entre libros y sus besos. Pero necesitaba sacar este pequeño infierno que algunos intuían pero que no llegué a confesarle del todo a nadie.


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