miércoles, 23 de diciembre de 2015

23 de Diciembre.

Ha llegado un nuevo 23 de Diciembre,joder tenías razón, el invierno se estaba acercando, y es el primero en dos años que paso sin unos labios que me ayuden a aplacar los recuerdos.
Y es que dudo que de esto te hayas podido olvidar. Hoy hace 4 años desde que me diste mi primer beso. He estado calculando y si a esta filóloga no le fallan las cuentas eso significa que hace 6 años que nos conocemos, y en Enero hará dos que nos desconocemos.
Curioso, yo que siempre digo tener mala memoria y sin embargo recuerdo perfectamente la ropa que llevaba ese día. También recuerdo los nervios, como me temblaba todo y lo mucho que agradecí que hiciera frío.  Tú estabas allí, en frente de tu colegio esperándome, los mensajes delataban tu nerviosismo.  
No recuerdo la conversación completa, pero sí el rosa pétalo, el fuera de juego y las discusiones sobre mi problema con ir siempre con los malos.
Cómo caminamos aquel día. Por el miedo a que pasaría si nos parábamos me recorrí toda la ciudad con aquellas horribles camperas que te sorprenderá saber que sigo teniendo aunque nunca ponga. No sé muy la ruta que seguimos, las calles me daban igual, solo existíamos tú, yo, y nuestra eterna conversación.
No sabría encontrar aquella esquina en la que nos paramos, pero aún guardo en el fondo de mi retina mi imagen subida aquel bordillo, hablándote sin coherencia como si fuera un sueño.
Ese trayecto hacia el bus lleno de promesas de dos niños estúpidos. Te asumiré por primera y última vez que por aquel entonces la más estúpida era yo, aunque después te esforzaras tanto que acabaras venciéndome. Nunca se me podrá olvidar la ilusión que me hizo aquel: “por fin tengo a alguien a quién dedicarle mis goles”
Estábamos en 3º de la E.S.O y entro los dos habíamos leído demasiadas novelas como para comprender que la realidad no era tan bonita.
No sé si el momento en el que me baje del bus para correr a tus brazos, haciendo que el autobusero se fuera está entre las cosas que has borrado sobre mí.
Aquel año se había estrenado la última entrega de Harry Potter, yo tenía un bolso gigante con la cara de Jacob Black y me estaba leyendo el Cáliz de Fuego.
Lo recuerdo porque lo saqué y me puse leer hasta que llegaste y me miraste, desde arriba como siempre hacías y te sentaste a mi lado.
No mucha gente conoce esta historia, pero aquel fue un momento mágico del que ahorraré para mi memoria los detalles.
Jamás he llegado a disculparme formalmente por lo que ocurrió después. Y he luchado contra muchos impulsos de seguir sin hacerlo. Pero he decidido que tengo más valor que tú. Y que igual mi vida empieza a enderezarse cuando saque esto a la luz.
Lo siento. Jamás me perdoné por lo que sucedió durante el siguiente año y por mucho que tú dijeras lo contrario creo que tampoco llegaste a hacerlo del todo.
Confesaré que era una niña, estúpida y cobarde. Y que tenía un montón de razones para huir; que los que conocen en profundidad mi vida y mi pasado podrán llegar a entender.
No puedo culpar del todo a esa pequeña, que aún estaba siendo víctima de bullying y que desde la primera vez que le dijiste que la querías tenía el pensamiento recurrente de que te reías de ella a escondidas con tus amigos.
Al final el tiempo me dio la razón, y eso fue lo que estuviste haciendo al menos durante algunos meses.
Aunque eso no justifica el daño que le hice al niño que dejaste de ser hace mucho tiempo.
No quiero tu perdón. Porque ya no eres aquel niño. Y hace dos años ya te encargaste de vengarlo con creces, dejando mis actos a la altura de una niñería.
Pero desde el 2015, la niña un poco más rota que en el fondo nunca he dejado de ser, tenía que hacer lo que el tú del presente no tuvo valor para acabar de hacer. Pedir unas sinceras disculpas, y reconocer todos mis errores.

LO SIENTO... 



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