Me
siento al teclado hoy viernes, recién levantada, habiendo vuelto ayer de un
viaje y con un punzante dolor en el pecho.
Tú,
león, estás muy lejos de aquí, paseando por las calles por las que yo paseé
pensando en ti con ella. Pero no es para hablar de eso para lo que me he
saltado de nuevo la regularidad.
Como
Blogger debería esperar a subir esto mañana, y subir primero la entrada que por
problemas técnicos y de tiempo está a medio pasar, pero es que ha sucedido algo
raro y creo que va a suceder algo aún más raro y algo me dice que mañana de
tener tiempo a hacer algo decente el tema sería otro. Por eso esto corre tanta
urgencia que ni siquiera ha pasado los filtros del papel.
El caso
es que he soñado contigo y he despertado buscándote, empapada en sudor y con
lágrimas en los ojos.
No sé
muy bien que hacías en la cola de ese burguer, ni me fije bien quien te
acompañaba, solo sé que no era ella.
El
impulso de bajarme del coche para correr a tus brazos fue demasiado
irrefrenable, y la sorpresa cuando corriste hacia mi nada más verme y me
alzaste me hizo recordar lo que era el significado de felicidad.
Tu risa
resonó en mis oídos y en mi alma cuando te hable de la sorpresa qué suponía que
me saludaras y que hasta pareciera que te alegrabas de verme.
He de
admitir que no recuerdo todas las palabras que cruzamos porque estaba demasiado
fascinada porque tus ojos me brillaban con la luz de siempre y tus manos
destruían todas las convicciones que he
intentado forjar en estos meses simplemente rozando mis caderas.
Sé que
hubo pullas, que hablamos de ella, y que yo me mordí la lengua para no
preguntarte si habías visto el final de cómo conocí a vuestra madre.
También
hablamos de nostalgia, y de tiempo. Del tiempo que hacía que no me cogías en
brazos, de lo mucho que llevábamos sin vernos, sin hablarnos y sin sentirnos.
Tú llevabas menos tiempo sin algunas cosas que yo, pero tu piel echaba de menos
mis mordiscos aunque no lo admitieras. Acabé hablándote del tiempo que ha
pasado desde el 4 de Enero y ahí te desarmé león. Reíste diciendo lo mala que
soy, y lo poco que había cambiado a pesar de todo, y vi algo arder en tu
mirada, una especie de rencor, no sé hacía quién, una pasión oculta. Vi que para ti había pasado el mismo tiempo desde ese día, vi que el
león había vuelto a su jaula.
Como
han pasado un par de horitas desde que lo soñé no recuerdo que más me dijiste,
pero tengo grabado a fuego como me quejé de lo raro que se me hacía besar tus
mejillas, y tu mirada cuando adivinaste mis intenciones. Tengo grabado el hecho
de que no me detuvieras, de que no te apartaras.
Te besé
león, esta noche te besé, y te gustó.
Había
un pequeño punto de culpabilidad en tus ojos pero en cuanto mordí tu labio sé a
ciencia cierta que olvidaste hasta su nombre, que mentalmente volviste al 12 de
Enero y que hubieras dado todo por estar conmigo para siempre.
Como
dice Lorca, por educación será mejor no dar detalles. Pero seguro que no hace
falta que te los dé para que adivines como siguió aquello, que la ropa voló y
terminaste siendo mío.
El
sueño siguió un poco, pero el final fue una discusión en la que ninguno de los
dos se comportó como debería, y que mantuvimos a centímetros por lo que no voy
a contarla.
El caso
es que este sueño ha removido todo mi ser, me ha aclarado unas cosas y
difuminado otras.
Primero,
sé que no sigo enamorada de ti, lo cuál es en parte un alivio, aunque deje un
vacío en mi pecho aún más grande que el que produce quererte y no tenerte.
¿Por
qué afirmo esto categóricamente si me he pasado la noche suspirando entre tus
brazos y me he despertado llorando porque no eras mi almohada?
Porque
disfruté tremendamente viendo como la traicionabas. Porque sentí placer ante la
idea de ser quién acabara con lo vuestro. Porque me recreé en la idea de que
ella lo descubriera y te dejara tan sólo y desamparado como tú me dejaste a mí.
Y cuando
amas a una persona no disfrutas ante la idea de que sufra y menos de que el
sufrimiento lo provoques en cierto modo tú.
Por eso
sé que la fase de: “suerte, sé feliz con ella” se me ha pasado, y me alegro.
No me
malinterpretes, no deseo tu mal en general, quiero que seas terriblemente
feliz, incluso deseo que no lo seas conmigo, pero tampoco con ella, entiéndelo.
Segundo,
tampoco has dejado de importarme tanto como creía, porque te deseo de un modo
que temo no desaparezca nunca, y te sigo queriendo demasiado, algo que es
tremendamente destructivo para mí.
Y
tercero, y peor de todo. Sigues teniendo poder sobre mí, sigues alterándome y
desbaratando mis planes aunque ya no te influyan, aunque mi vida te haya pasado
ha importar una puta mierda.
Porque
yo hoy tenía unos planes y ya estaba suficiente nerviosa ante la idea de verle
a él, y ya tenía bastantes dudas ante la idea de no pararme a pensar más y
echarme a la carretera en busca del destino que pueda ofrecerme por fugaz que
este sea. Y ahora a eso tengo que sumarle tu maldito recuerdo que se ha
instalado en mis entrañas y me dificulta la respiración. Hoy, en el día menos
indicado, cuando me confirmarán si 10 de Mayo sigue siendo mi objetivo y en el
que quizá consiga desterrarte un poquito más de mi mente. En esta semana en la
que se me han pasado demasiadas cosas por la cabeza, y tú has sido mi menor
preocupación.
Y es
que me has jodido, esta semana yo me sentía grande, importante, una diosa por
motivos que hoy no voy a compartir pero que quizás te cuente algún día. Pero al
cogerme de la cadera y recordarme lo diminuta que era entre tus brazos, y lo
insignificante que sigo siendo ahora… todo se me tambalea.
No sé
que me depara el hoy, pero sí que necesitaba contarte que mi mundo tiembla por
tu simple recuerdo, que me gusta pensar que de vez en cuando también me sueñas
y me sufres aunque sea un minuto y que puede que mañana sea demasiado tarde
porque tu recuerdo sea lo menos importante.
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