domingo, 20 de abril de 2014

Sábado...

Sí, lo sé, hoy es Domingo y ni debería estar escribiendo esto ni subiendo entrada hoy.
Pero es que esos pequeños ángeles que me aguantan, hoy tienen obligaciones, y ha sido un milagro que sobreviviera a esta semana santa, por eso hoy va entrada, por tres, por león evidentemente, por quien ya se ha ganado el cargo de platónico y por ese a quién todavía no consigo definir.

Acabo de caer en que siempre me arrojo a sus brazos después de ver a León, ya sea en mis sueños o en la realidad, pero siempre acabo necesitada de algo que me aferre al presente.

El caso es que no voy a delirar sobre esta semana de locos, solo sobre el día de ayer…

Sábado, a las seis y media llego tarde a ver a dos de mis ángeles.
El repentino cambio de clima no augura un buen día, pero como él dice, es sábado ¿qué más importa?
Mando callar al maestro, y uno de sus discípulos está sonando dentro del bar haciendo que llegue a la mesa tarareando.
Casi me apetece decirle a la camarera “lo de siempre”, pero por más que venimos no consigo que me esperen ya con el batido de chocolate y los barquillos servidos.
No digo nada me limito a hacer comentarios inaudibles, sobre esos problemas que se suponen rondan mi cabeza, eliminando a león de la ecuación, no dándole importancia a platónico, hablando de indefinible como si hubiera un futuro para nosotros y fingiendo que el diez de Mayo no me asusta.
Me encantan estos momentos en los que mi vida parece un capítulo de friends.
Lleno mi estómago con comida que no me apetece para no sentirme culpable horas después, y mientras le saco poco a poco las novedades a nuestra pequeña embustera. 
Hoy retirada pronto, que la noche es joven.
A casa con mi angelita fiestera, a ponerme a su altura y vestirme para bailar, o matar, o lo que se nos ponga por delante.
Como siempre demasiado temprano llegamos al bar, una mala mirada y un comentario despectivo ya me sacan una sonrisa, y para que me odien un poquito más me quito la chaqueta. La  temperatura de los bares esta hecha para mí, y la música de este en concreto es algo que nunca creí que encontraría.
Es bastante incómodo salir solo dos, pero no podemos hacer nada más que ignorar el hecho de que las mesas están hechas para gente con más amigos fiesteros y compartir nuestro vodka entre risas, mientras hacemos tiempo para ir a un bar donde la música sea más del agrado de mi compañera y yo pueda saltar sin importarme que esté sonando.
La lluvia trata de arruinar la noche, pero solo consigue ponerla de los nervios por el pelo, y entonces sucede el primer incidente de la noche. La puerta cerrada y León demasiado cerca.
Ignoro absolutamente todo, y le recrimino por no saludar recordándome que quizá no sepa que me molesta porque no me lee.
De hecho, apenas me ve, y se disculpa por eso. Yo me pregunto como es posible, teniendo en cuenta la hora, y su situación, pero esta vez actuamos de modo civilizado.
Dejavus enormes cuando se acerca y me coge de la cintura, una gran duda cuando le da por preguntarme como estoy. Al final como siempre, yo incapaz de mentirle contándole que voy tirando y sonriendo por sus ojos de preocupación.
Queremos decirnos mucho más, pero las palabras mueren en los labios de ambos cuando el mundo decide dejar de funcionar por el hecho de que nosotros nos estemos tocando. Todo estalla, e internamente me rio mientras ella me saca de allí, y el se queda en medio del caos.
Ahora, sigo realmente intrigada con qué pudo pasar realmente ayer, porque juro que no hice nada que no tenga intención de volver a hacer.
La noche siguió como siguen tantas cosas que no tienen sentido, porque aunque León quizá no lo sepa, las cosas siguen adelante cuando él se va.
Y ahí andábamos, arcos arriba, arcos abajo, mi angelita y yo buscando un sitio abierto, ni vacío ni lleno y sin cola que la hiciera mojarse el pelo. Ella pretendiendo encontrar sin buscar, y yo mirando a ver si algún ángel más se anima a acompañarnos.
Mucho conocido por la zona, pero pocos amigos.
Platónico a una distancia indeterminada, pero demasiado cerca como para que yo esté cómoda.
Al final, el desbarajuste que aunque no sabe me mantiene con pie, hace su aparición estelar, no puedo evitar contarle lo que estoy contando ahora, y en cuanto me agarra de la cintura, con dos manos porque a diferencia de León él aún no ha empezado a beber, se me olvida todo.
Y después, como diría el maestro ¿Para qué más detalles?
Cerramos la noche contentos, y angelita sigue hablándome mientras nos confesamos delante de un malibú bien fresquito.
Resumen del día positivo, aunque la cabeza demasiado llena y el corazón con una herida aún sangrante.


Y con todo esto…¿Cómo estás?... Voy tirando 

No hay comentarios:

Publicar un comentario