lunes, 8 de septiembre de 2014

Reconstrucción

No voy a mentir,cuando te rompen el corazón tu vida se hunde.
Y aunque quieres fingir que crees que todo va a ir bien no te lo crees. Tu sangre pasa a ser impulsada por un millón de cristales rotos que hacen que si cada aliento que tomas fuese el último no te importara. Las noches de llanto y sus posteriores dolores de cabeza son lo que te recuerdan que sigues viva. 
Descubres lo maravillosa que es la gente a tu alrededor y te odias por no poder devolverles todo ese apoyo que te están dando, te sientes dependiente, algunos te tratan como si estuvieras enfermo y es como si nadie se fiara de que no fueras a cometer estupideces solo porque no dejes de decirlas pero es que realmente te sientes una carga, de verdad desearías dejar de molestar a todo el mundo. No morirte, tan sólo acabar con el dolor o desaparecer, no de forma traumática, simplemente no haber existido nunca, no haberle complicado a nadie la existencia con tu llanto. Porque no soportas ver la pena, ver como pasan las semanas y tú no mejoras. 
Te construyes una fortaleza, y finges. Haces ver que has olvidado, que todo está bien, que quieres que el otro sea feliz y que sabes que tú volverás a serlo, te pones una careta y comienzas a fingir sonrisas. Tus desentrenadas comisuras de los labios duelen de mentira pero la gente a tu alrededor parece recuperarse. Recuperan su trato hacia ti y eso hace que los días sean soportables. A pesar de ello las noches siguen siendo vuestras, bueno tuyas y de sus recuerdos. Cada esquina en la que os robabais besos te apuñala y esa cuesta que subías corriendo en su busca se convierte en la pasarela al infierno. Las miradas de los suyos cuando se cruzan contigo son de sorpresa y a ti solo te apetece acercarte a gritarles que por desgracia aunque te echara de su mundo tú sigues existiendo, aunque no quieras, aunque le joda. Pero algunos de los tuyos no acaban de creérselo, se dan cuenta de que no estas bien y tú que sabes que tras tanto tiempo has perdido el derecho a seguir mal tratas de hacer que no entren en la fortaleza, pero de vez en cuando algún ¿como lo llevas? derriba todas las murallas y las lágrimas salen solas, en torrentes, no puedes evitar abrazar y llorar, y contarle a esa persona que aún echas de menos, que aún sufres. Y te auto castigas, intentas averiguar sobre su vida y te dañas con su absurda felicidad, y como una idiota te alegras de los diminutos tropiezos y de falsos datos que no acabas de creerte. Porque lo necesitas.
Aparecen otros, y lo intentas, tratas de ilusionarte, algunos no tienen intención de arreglarte y te sirven para pasar el rato, otros sin quererlo van pegando tus piezas, porque como dice mi capullo favorito la única manera de recuperar el primer amor que es el propio es en brazos ajenos. Esa gente a centímetros o a kilómetros, con palabras o con gestos van uniendo esos pedazos. No consiguen que dejes de llorar pero no hacen demasiadas preguntas y se dejan abrazar, o escuchan ese rollo que ya no les cuentas a los más cercanos porque quieres dejar de molestar. 
Sigues llorando, no logras sentir nada que no sea dolor, aunque poco a poco te acostumbras, a pesar de creer que no volverás a sentir aquellos vuelcos de corazón al ver a nadie ni te pendrarás de ningún aroma que no sea el de su pelo. Pero ellos hacen que te convenzas de que te podrás acostumbrar, que Vic mentía, que se puede vivir perfectamente con medio corazón. Asumes que no hay nadie como tú y que seguramente acabaras sola, así que lo único que puedes hacer es seguir la corriente y vivir por inercia intentando acumular el mayor número de capítulos felices en el drama que te ha tocado vivir. 
Cada día todo es un poco más fácil pero incluso en esos tiempos las recaídas son menos espaciadas de lo que quieres hacer creer y su indiferencia es más afilada de lo que logras hacer ver.
Consigues que tus pedazos tengan forma aunque esta diste mucho de la de un corazón sano,y con ese amasijo vuelves a querer. Trazas nuevos afectos y algún trozo que no está pegado al resto cree que podría llegar a enamorarse pero se auto engaña. Todo lo que te rodea está bien pero nada es lo suficientemente bueno, lo suficiente completo o lo bastante real para llenarte. Sientes un tremendo vacío y te duele saber que jamás lo vas a llenar. Sufres por quienes intentan llenarlo y en el fondo también por quienes no lo intentan porque no saben que existe. Piensas que todo seguirá así y eso te destroza por dentro aunque finjas estar ya bien. Dices de vez en cuando que aún te duele pero ya nadie se cree que te limitas a ir tirando. Al final acabas hablándole a todo el mundo de él y necesitas pronunciar su nombre a diario como si temieras olvidarle.
Y de repente notas algo extraño en el pecho, una sonrisa hace que todo te tiemble por dentro. Te llevas la mano al esternón preguntándote si algún pedazo se ha clavado en tus costillas y descubres que ese ruido que sale de tu interior son latidos... 
Pestañeas varias veces y ves una pequeña luz, no es demasiado grande pero sientes que puedes confiar en ella, que todo irá a mejor...

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