Para, para, para
Detente ahora mismo.
Si tú.
Hoy vuelvo a escribirte a ti.
No, no le he olvidado de la semana pasada, ni he desistido
de volver, pero tú y yo tenemos asuntos más urgentes e importantes que tratar.
Tranquilo, no he llenado mi agenda con tus iniciales, ni te
he puesto un corazón detrás del nombre en el contacto del móvil.
No, no te preocupes, no vengo a decirte que me he enamorado
de ti, tú plan de morir solo con gatos no se ha visto afectado.
Pero creo que tenemos que parar y razonar un rato.
Sí, ya sé que la última vez te dije que era mejor no pararse
a pensar, y a penas a principios de semana hablamos de las ventajas de la
improvisación, pero es que esto se me empieza a ir de las manos. Cada vez veo
más finales.
En la mayoría como ya te dije acabamos mal, en otros
acabamos peor, y últimamente en unos cuantos acabamos razonablemente bien.
¡Sorpresa!
Ya me planteo que acabemos bien, por eso quiero que nos
paremos, te quites el casco y me escuches.
No me mires con esa cara, al menos aun no concibo que no
acabemos.
Pero es que te estas pasando con tanto escribirme besos, y a
mi se me esta yendo la cabeza al hablar de ellos.
Porque empiezan a quemarme los labios cada vez que veo los
tuyos y sé que eso es peligroso, que de aquí a besarte hay mucho menos que del
roce al siguiente paso del que también hemos hablado, aunque del beso a algo
más ya no te sabría decir.
Lo siento, no puedo responder al “¿Y luego?” que te planteas
si te cuento todo esto. Sé que tú prefieres vivir al día y a mí me enseñaron no
hace mucho que planear las cosas aunque fuera con un mes de antelación era de
ilusas, pretenciosas si encima se trataba de temas de corazón. Así que contigo
que quiero intentar hacer las cosas bien estoy tratando de vivir esto que
tenemos día a día, aunque eso me impida definirlo y decidirme. Si me hablas
pues me haces feliz y si no pues te hablo yo,
Planeemos en abstracto y no prometamos a la cara. Será lo
mejor. Cuesta, duele, no podrá sostenerse mucho tiempo. Pero da igual.
Esto no es una predicción, ni siquiera una declaración de
intenciones, tan solo un aviso, una valoración de cómo están las cosas, para
que lo entiendas, de cómo se ve el partido desde este vestuario.
Me encantaría un análisis por tu parte, una declaración de
tus sentimientos sean los que sean, pero sé que no lo tendré, que ni tienes
ganas de leer esto ni eres de los que se sentaría a escribirme una respuesta.
No me quejo, que conste, yo decidí o quiero pensar que
decidí que así fuera, porque me harté de hombres de sentimientos complicados
porque me complicaban la vida.
Ando buscando en ti un contrapunto a él y he asumido que tú
jamás me convertirás en musa, pero no te preocupes a pesar de todas las
coincidencias dolorosas y los parecidos irracionales tú tienes algo que ni él
ni conseguimos, ni conseguiremos nunca.
Eres tremendamente real.
No eres el hombre de mis sueños.
Los tíos como tú no salen en las novelas que no lees, el
tipo de relación que podemos conseguir nunca será llevada al cine ni es
reflejada en series de máxima audiencia. Pero eres real y es fácil creer en ti.
Creer que existes, y que no me mientes.
Porque sí, emociona que te digan que se sacarían el corazón
del pecho que mientras tú lo tocaras de vez en cuando seguiría latiendo.
Emociona, mucho.
Que te prometan la luna es lo que todas sin excepción
soñamos.
El problema es que es relativamente fácil prometer esas
cosas, pero a la larga esas palabras son difíciles de demostrar y esas promesas
imposibles de cumplir. Y que por mucho que me gustara oír que mis ojos
brillaban con más fuerza que los tres soles de Idhun, en el fondo siempre supe
que era mentira, aunque me lo repitan, que quiero que algún día me lo repitan,
jamás me lo llegaré a creer.
Sin embargo tú no tienes motivos para mentirme.
Y sienta bien saber que si me llamas guapa es que en ese
momento te lo parezco.
Yo tampoco soy la chica de tus sueños, y partiendo de esa
base cada piropo al menos sorprende más.
Es mucho más fácil entender una mirada deseo, que una de
adoración, unas ganas de besar que de pasar tu vida a mi lado.
Incluso a la hora de soñar, y planear locuras me ofreces
fantasías más plausibles.
Porque siempre supe que sería imposible gobernar un imperio
a su lado, pero en realidad no hay nada que me impida recorrer la ruta 66
agarrada a tu cintura sobre un harley.
Sé que algún día volveré a necesitar un poeta, y que jamás
seré lo que necesitas, pero ahora mismo necesito algo sólido a lo que aferrarme
y te aviso porque me estoy acostumbrando a ti en exceso.
No hace falta que hagas nada, solo necesitaba que pararas a
darte cuenta de que me estás ganando demasiado, y de que tú a mí si que me
tienes delirando.
Ala, solo era eso, te mantendré informado, ponte el casco
otra vez y arranca