sábado, 29 de marzo de 2014

Parémonos a pensar

Para, para, para
Detente ahora mismo.
Si tú.
Hoy vuelvo a escribirte a ti.
No, no le he olvidado de la semana pasada, ni he desistido de volver, pero tú y yo tenemos asuntos más urgentes e importantes que tratar.
Tranquilo, no he llenado mi agenda con tus iniciales, ni te he puesto un corazón detrás del nombre en el contacto del móvil.
No, no te preocupes, no vengo a decirte que me he enamorado de ti, tú plan de morir solo con gatos no se ha visto afectado.
Pero creo que tenemos que parar y razonar un rato.
Sí, ya sé que la última vez te dije que era mejor no pararse a pensar, y a penas a principios de semana hablamos de las ventajas de la improvisación, pero es que esto se me empieza a ir de las manos. Cada vez veo más finales.
En la mayoría como ya te dije acabamos mal, en otros acabamos peor, y últimamente en unos cuantos acabamos razonablemente bien.
¡Sorpresa!
Ya me planteo que acabemos bien, por eso quiero que nos paremos, te quites el casco y me escuches.
No me mires con esa cara, al menos aun no concibo que no acabemos.
Pero es que te estas pasando con tanto escribirme besos, y a mi se me esta yendo la cabeza al hablar de ellos.
Porque empiezan a quemarme los labios cada vez que veo los tuyos y sé que eso es peligroso, que de aquí a besarte hay mucho menos que del roce al siguiente paso del que también hemos hablado, aunque del beso a algo más ya no te sabría decir.
Lo siento, no puedo responder al “¿Y luego?” que te planteas si te cuento todo esto. Sé que tú prefieres vivir al día y a mí me enseñaron no hace mucho que planear las cosas aunque fuera con un mes de antelación era de ilusas, pretenciosas si encima se trataba de temas de corazón. Así que contigo que quiero intentar hacer las cosas bien estoy tratando de vivir esto que tenemos día a día, aunque eso me impida definirlo y decidirme. Si me hablas pues me haces feliz y si no pues te hablo yo,
Planeemos en abstracto y no prometamos a la cara. Será lo mejor. Cuesta, duele, no podrá sostenerse mucho tiempo. Pero da igual.
Esto no es una predicción, ni siquiera una declaración de intenciones, tan solo un aviso, una valoración de cómo están las cosas, para que lo entiendas, de cómo se ve el partido desde este vestuario.
Me encantaría un análisis por tu parte, una declaración de tus sentimientos sean los que sean, pero sé que no lo tendré, que ni tienes ganas de leer esto ni eres de los que se sentaría a escribirme una respuesta.
No me quejo, que conste, yo decidí o quiero pensar que decidí que así fuera, porque me harté de hombres de sentimientos complicados porque me complicaban la vida.
Ando buscando en ti un contrapunto a él y he asumido que tú jamás me convertirás en musa, pero no te preocupes a pesar de todas las coincidencias dolorosas y los parecidos irracionales tú tienes algo que ni él ni conseguimos, ni conseguiremos nunca.
Eres tremendamente real.
No eres el hombre de mis sueños.
Los tíos como tú no salen en las novelas que no lees, el tipo de relación que podemos conseguir nunca será llevada al cine ni es reflejada en series de máxima audiencia. Pero eres real y es fácil creer en ti.
Creer que existes, y que no me mientes.
Porque sí, emociona que te digan que se sacarían el corazón del pecho que mientras tú lo tocaras de vez en cuando seguiría latiendo. Emociona, mucho.
Que te prometan la luna es lo que todas sin excepción soñamos.
El problema es que es relativamente fácil prometer esas cosas, pero a la larga esas palabras son difíciles de demostrar y esas promesas imposibles de cumplir. Y que por mucho que me gustara oír que mis ojos brillaban con más fuerza que los tres soles de Idhun, en el fondo siempre supe que era mentira, aunque me lo repitan, que quiero que algún día me lo repitan, jamás me lo llegaré a creer.
Sin embargo tú no tienes motivos para mentirme.
Y sienta bien saber que si me llamas guapa es que en ese momento te lo parezco.
Yo tampoco soy la chica de tus sueños, y partiendo de esa base cada piropo al menos sorprende más.
Es mucho más fácil entender una mirada deseo, que una de adoración, unas ganas de besar que de pasar tu vida a mi lado.
Incluso a la hora de soñar, y planear locuras me ofreces fantasías más plausibles.
Porque siempre supe que sería imposible gobernar un imperio a su lado, pero en realidad no hay nada que me impida recorrer la ruta 66 agarrada a tu cintura sobre un harley.

Sé que algún día volveré a necesitar un poeta, y que jamás seré lo que necesitas, pero ahora mismo necesito algo sólido a lo que aferrarme y te aviso porque me estoy acostumbrando a ti en exceso.
No hace falta que hagas nada, solo necesitaba que pararas a darte cuenta de que me estás ganando demasiado, y de que tú a mí si que me tienes delirando.

Ala, solo era eso, te mantendré informado, ponte el casco otra vez y arranca

sábado, 22 de marzo de 2014

Volveré

2 meses.
Ya hace dos meses que saliste de mi vida dando un portazo y destrozando todas las cosas frágiles que se sostenían solo por ti, como mi corazón, mi ego…bueno en realidad toda yo.
Dos putos meses y sigo mirando el hueco que ocupabas con cara de gilipollas preguntándome que coño ha pasado.
Y sé que seguiré así. Lo peor es eso, que aunque tu me hayas dado una excusa, un por qué, ahora lo que me mata es el cómo, que no entra en mi cabeza ni a golpes.
Y no, no me vengas con esa mierda de “No elegimos de quien nos enamoramos” porque no .No me lo creo. No me creo que 5 meses de tonteo borren de un plumazo 4 años de sentimientos y 5 meses de relación.
No pienso soltar eso de que ella tiene química y pero yo tengo la historia porque aunque lo niegues y no quieras darte cuenta porque no me has dejado suficientes ocasiones para demostrártelo, tú y yo, seguimos imantados.
Repito, yo creo que sí elegimos de quien nos enamoramos. Básicamente yo elegí enamorarme de ti.
Dios, y tú mismo sabéis que hace un año afirmaba ser incapaz de enamorarme de ti, y ahora mismo aún le diría Lo que sea a Eris si me ofreciera una noche más.

Dudo que te des cuenta de lo que me has hecho y de las implicaciones de todo lo que hiciste y sigues haciendo. Del significado de lo que te decía y te sigo diciendo.
Te pasaste años para conquistarme, me hacías sentir como un logro en tu vida.
Y si no me has desterrado del todo de tu memoria recordarás que no conozco término medio. O me quiero o me odio, a menudo lo segundo. Tú me lo hacías fácil, yo me odiaba y ya me querías tú por los dos. Y es que pasé de mantener las distancias, a sufrir por cada milímetro que nos separaba, de medir los minutos que estaba contigo a contar los segundos que faltaban para verte.
Te convertí en mi vida, yo no veía más haya de ti. Podrían haber puesto el mundo a mis pies que lo hubiera pisado para correr a tus brazos.
Por eso no entiendo nada, no por eso sigo con cara de gilipollas, porque no concibo como pudo aparecer ella.
¿No entiendes lo que implica que la vieras si quiera?
Evidentemente no.

Ya te dije una vez que no me arrepiento. Que tal vez tú sí, que sé que para ti he sido una pérdida de tiempo.
Por mucho que tú digas que te consideras un buen tío a mi me dijiste repetidas veces que eras un capullo. Pero por desgracia y a pesar de tus contradicciones sabes que mi extremismo no consigue llegar a odiarte.
Parafraseando la serie que no acabaste de verte por mí.
Una vez me dijiste que eras un capullo. Llegué a pensar que incluso te reías de mí, pero deja que te diga que eras un mejor amigo, que eres aún el hombre el hombre de mi vida y…nadie me convencerá jamás de que me mentiste.

Pase lo que pase, por mucho que hagas o digas. Siempre sostendré que un día me amaste como yo te ame.

No porque tus palabras tengan validez a día de hoy, si no porque necesito convencerme a mi misma de que te decepcioné menos de lo que siento.

Como ya he dicho y sabes esto es una mera excusa para dirigirme a ti, porque necesito hablar contigo.

Odio tu ausencia como debería odiarte a ti.
Sabes que ocupabas mi vida en su totalidad, y tú también fuiste extremista. Pasaste de ofrecerme todo a no darme ni la hora.
No voy a repetirte que no pienso dejar que sea como si jamás hubiese existido.
Porque ¿Qué clase de persona es capaz de olvidar a su primer amor?
Sé que mi mayor temor durante nuestra relación fue capaz de conservarte, y a eso aspiro. A que un día sea la actual de turno quién pase la mañana incómoda porque tú y yo estamos tomando vete tú a saber que, vete tú a saber dónde y lo más importante, recordando vete tú a saber.
Realmente quiero que cumplas al menos tu última promesa.
Esa que quizá hiciste por cumplir, que seguramente no te interese porque vives muy bien sin tenerme en tu vida, demostrándome que soy más fácil de olvidar de lo que esperaba. Pero esa que te voy a hacer cumplir porque me lo debes.
Llenaste el vacío que podría haberte ocasionado con algo que ocupa aún menos. Y yo quiero mi espacio.
Porque aunque ahora no sea dueña y señora de él me merezco un reducto de tu corazón y una sala propia en tu mente.
Siempre fuiste bastante bueno captando indirectas así que sé que no has vuelto a mi vida porque no te la gana.
Por eso todo este texto es tan solo para advertirte…
Ten por sentado que pienso volver a tu vida, aún no se el cómo o el cuándo, pero lo haré.
No te equivoques, no quiero recuperarte, sé que jamás serás mío como lo fuiste, y no es lo que quiero, ya no podrías hacerme sentir lo mismo aunque tú mismo lo intentaras. Busco quién me haga sentir exactamente las mismas sensaciones, y no me vales.
Tan sólo me niego a perder a la persona más igual a mí que he conocido nunca y que quizá llegue a conocer.
Así que date por avisado.
No vas a poder pasar mucho más tiempo de mí.
Esto de fingir que ni me conoces se te acabará.
Tal vez vuelva, cuando te des cuenta de tu error o sea tu error quién te considere a ti como tal, a contarte que no hay marcha atrás, que lo que hubo no volverá, pero que siempre nos quedará recordar el pasado mientras vamos hacia delante.
O puede que cuando yo elija por quién volver a ser incoherente, a darte las gracias.

Eso ya lo veré, el caso es que volveré…
Y antes de lo que esperas

Volveré, y como el invierno, lo haré para quedarme…. 

sábado, 15 de marzo de 2014

Pedazos

Domingo. 8:30 de la tarde.
Bajo del bus y conecto la música. Pongo dirección a casa pero por culpa de Willy decido no dejar que se calle el maestro, y mientras Joaquín me sigue recordando tus besos de Judas, mis pies se desvían. Lo primero que deciden es ir en su busca, pero les recuerdo que saben exactamente donde buscarle y recalculan ruta.
La canción ha acabado pero ellos siguen andando, y ahora es Ramón quien que parece querer recriminarme que esta semana no he sacado a Sumlaris de su funda.
Debería volver.
Pero no.
Miro el móvil.
Total, no me esperan hasta dentro de un rato, así que dejo que mis pies sigan andando sin preguntarles a dónde, hasta que enfilan el paseo por el que tantas veces nos quisimos y por dónde te dedicaste a esparcir los pedazos de mi corazón, una lágrima se suicida por mis mejillas.
Muchas más le siguen y cuando quiero darme cuenta estoy sentada en ese último lugar donde sentí que te importaba llorando a lágrima viva.
Hoy no estas para abrazarme, hoy no te veré llorar, ni hoy, ni seguramente nunca más, no por mí.
Y sin embargo todos los recuerdos en ese paseo, en esa playa, se concentran y siento que vienen a abrazarme.
Vuelvo a mirar el móvil, necesito hablarte, quiero llamarte y que me oigas llamar. Pero sé que no me consolarás, y aunque me valdría que me mandaras a la mierda no soy capaz de marcar tu número. Llevo casi dos meses sin oír tu voz y…no puedo.
Llevo demasiado tiempo fingiendo ser fuerte de seguido, pero cierro los ojos y tiemblo sintiendo tu mano en mi cintura.
Por eso sigo llorando, desechando la idea de ponerme en contacto contigo. Me limito a deshacerme mientras Malú me cuenta eso que ya sé, que solo tú podrías arreglar este matojo de nervios en el que me convertiste.
El tiempo se detiene.
Las farolas alumbran pobremente el paseo del Arbeyal, y apenas 5 personas pasean despreocupadas sin percatarse de la presencia de la niña que llora desconsoladamente, echa un ovillo en un banco de piedra.
Doy un trago a la botella, como si la Coca-Cola pudiera ahogar mis penas. Mañana me arrepentiré de haber tomado cafeína, pero ahora casi me parece que sería mejor que no llegara a mañana.
No puedo hablarte, así que hago lo que único que me ha mantenido con vida y relativa cordura desde que te fuiste.
Saco el permanente negro del bolso.
¿Para qué quieres gastar dinero y tener que cargar con eso siempre? Me pregunta un recuerdo.
Pongo las iniciales que aun no he borrado de mis lápices porque me he acostumbrado tanto a ellas que si no ya no sabría cuáles son míos. Debajo las de la mujer que aún no te ha olvidado y tras rodearlas con el órgano que aunque rompiste sigue latiendo en gran medida por ti coloco la fecha a partir de la que un día creí que sería feliz para siempre.

Las lágrimas no dejan de correr por mis mejillas mientras el rotulador se desliza por la piedra sobre la un día me abrazabas, escribiendo un epitafio a mis ilusiones.
Ya ni sé que hora es, y ahora es Lorca quién se burla de mi dolor hablando de ese tren que soy incapaz de coger.
Acabo escribiendo las razones de Carlos Salem, porque las mías no caben en todas las piedras del paseo.
Maldigo a la luna, a los enamorados, a tu espalda que aún imagino con mis cicatrices y a mis deudas.
Escribo de nuevo nuestro número que últimamente siempre cae en luna llena.
Miro el reloj. Al final vas a hacer que vuelva a llegar tarde.
Fotografía parcialmente mi arrebato, sé que la lluvia en el norte impide que estas cosas igual que nosotros sean verdaderamente permanentes.
Otro trago.
Que mal me veo.
Sujeto los pedazos y me levanto tratando de no tropezar con el orgullo y la dignidad que he dejado tirados por el suelo.
Tras unos segundos reasimilo la realidad y pongo rumbo a casa mientras Sergio me consuela con bonitas palabras.
Una calle antes me seco las lágrimas, no puedo enfrentarme a mi familia con esta cara, se supone que te he superado, o al menos creo que casi he logrado que lo piensen. Acabo la botella, necesito un sabor dulce en la boca.
Bajo los cascos mientras cruzo la puerta.
La mochila esta hecha y a pesar de todo mi sonrisa es sincera cuando abrazo a la responsable de ello.
Me la cargo a la espalda y según salgo por la puerta Maná remata mi estado de animo, y yo recorro la calle de mi casa en la dirección contraria a la que lo hacía contigo mientras trato de creer que un día me quisiste.

Esta vez no dejo que acabe la canción, ponen viajando con Chester, y no pienso perdérmelo, hoy no puedo seguir rompiéndome en pedazos por ti.

sábado, 8 de marzo de 2014

Con lo que hemos sido

Tengo muchas cosas en la cabeza, demasiado desorden sentimental y un corazón que late desacompasado.
Debería centrarme en algún otro de mis muchos problemas pero tras nuestro último…encuentro, si es que se puede llamar así y después de soñarte toda la semana mi mente grita principalmente por ti y no consigue desterrarte como la semana anterior.

El caso es que conozco muchas personas que fueran en su día los seres más felices del mundo juntos, que se quisieron con locura y ahora se vuelven locos si tienen que compartir espacio vital porque se odian. Al menos el odio es un sentimiento, y uno intenso además, no se quieren ni ver pero no se pueden olvidar, se piensan, muy mal, pero lo al menos no destierran al otro de su mente.
Yo no consigo, ni conseguiré, ni quiero conseguir ese punto. Quizá porque en realidad jamás hemos discutido, quizá porque aún te quiero más de lo que debería, yo que sé. El caso es que gracias al cielo no siento odio hacia ti. Pero sin embargo si soy capaz de concebir la idea de que alguien que siente un amor muy intenso, como el que yo te procesaba por ejemplo, pase a sentir el más profundo de los odios. Y es que, un corazón no puede vaciarse sin más. Cuando una persona es tu pensamiento las 24 horas del día puedes tratar de cambiar lo que piensas de ella pero no dejar de pensarla así como así. O al menos eso es lo que creo yo.

Pero esos no son de los que te quiero hablar hoy, porque no me preocupa que nos convirtamos en ellos, si no me odiaste cuando debías dudo que te vayas a poner a odiarme ahora, y si yo no te odio ya, dudo que lo consiga en el futuro. Hoy quiero hablarte de algo que no entiendo. De aquellos que fingen no conocerse.
No los asimilo, conozco bastantes y no soy capaz de empatizar con su situación. Me sienta peor una expareja que ni se mira a los ojos que una que lo hace con rencor.
Hay quien dice que son rupturas más limpias, pero yo no me lo creo.

Te confesaré una de esas cosas que no debería contar y que a ti no te importan: Aún sigo usando el posesivo cuando hablo de ti. Seguramente tú ni hables de mí, y si te ves obligado a mencionarme me llames por el nombre de pila o vete tu a saber como. Pero yo me refiero a ti como mío. Ya sea mi ex si con quien hablo no te conoce, mi león en caso de estar nostálgica en ese momento o mi gilipollas los días que dueles demasiado, pero no te quito el mi. Porque pase lo que pase, aunque estés con otra, aunque estuvieras solo, aunque la vida de todas las vueltas que quiera o se detenga indefinidamente, un día fuiste mío, y una parte de tu pasado, de lo que fuiste y de lo que eres, siempre me pertenecerá. Por eso aquellos que se llaman por su nombre, y evitan cualquier tema de conversación relacionado con a quién un día llamaron mi amor; renunciando a ese derecho de apoderarse y dejar constancia del pasado que compartieron, me parecen mal. Me ofenden.
Se encuentran por las esquinas, y no se dicen ni hola, se esconden. Rehuyen las miradas. Como si sus labios no se conocieran, como si sus pieles no se supieran de memoria el tacto de la otra. Como si nunca hubieran sido uno.

Por eso desde aquí te grito hoy. Ni se te ocurra no saludarme. No vuelvas a esconderte de mí.  No seamos de esos, por favor, tú y yo siempre fuimos distintos. Jamás nos pedimos salir, nunca nos hemos echado cosas en casa. Nos quisimos de la forma más bonita e intensa posible, y no nos merecemos el olvido.
Así que la próxima vez que me veas bésame. Da igual con quien estés, no esperes que sea ella la que considere inapropiado que no lo hagas, ignora que con quien yo esté consideré inapropiado que lo hagas. Tú solo acércate a mí y bésame. No te estoy pidiendo mucho, solo un leve roce en la mejilla. Preferiblemente háblame también, dos palabras sirven, no necesito más. Tan sólo actúa como yo.
Varias veces me repetiste aquello de que querías que ahora que ya no podemos ser amantes, recuperáramos la  inmensa amistad que nunca llegamos a perder. Así que la próxima vez que me veas recuerda que cuando te encuentras con un amigo, le saludas, no te escondes detrás de ella.
Hace mucho me dijiste que era una de las personas que más querías y temías, pero te has pasado demasiado jactándote de gryffindor, así que saca valor, que debería caérsete la cara de vergüenza de que ella sea más educada conmigo que tú.

Sé que como de costumbre no estas leyendo esto, pero si llegas a enterarte tómatelo como esa orden que nunca me desobedeciste. Esa que solía darte llorando.
Abrázame

Porque hoy la frase que retumba en mi cabeza no es por mí, ni por ti, si no por los dos.
Con lo que hemos sido.

Con lo que nos costaba decirnos adiós. Lo que fuimos un día no merece que ahora dejemos de decirnos “hola”.
Por nuestra memoria. Por la de nuestra piel. Porque la mía ya jamás olvidará la de tus labios. Por los deja-vus que espero haberte provocado cuando volviste a sentirme tan cerca.
Parate un segundo a pensar que ocupaba tu mente esos segundos, porque no te creeré si me dices que no te resultó familiar la sensación de tu mano erizando mi piel desnuda. Atrévete a negar que la situación no fue tan distinta a cuando antes de ser tuya aparecía de la nada, te besaba, saludaba y desaparecía antes de que te diera tiempo a nada.

No necesito saber que cara pusiste, o que excusa diste cuándo te dijeron porque no ibas a saludarme. Tampoco sé si oíste las palabras de reproche que te susurre. Pero poco importa.

Espero que no te molestara que no la saludara, ya me han informado de su posición al respecto, y lamentablemente cada vez puedo llevarle menos la contraria. Pero esos segundos eran nuestros, así que mejor que las cosas sigan igual, porque no pienso olvidarte y de este modo te ahorras explicárselo.

No malinterpretemos. Te superaré. Pero jamás nos dejaré ser de esos que se ven con sus amigos o nuevas parejas y no se saludan. Jamás nos dejaré ser como el resto. Te comportes como te comportes. Yo pienso seguir actuando igual. Deberías saludarme, pero si no ten por sentado que igualmente no te librarás del encuentro incómodo, así que al menos trata de quedar bien. Porque aunque tengo que vivir con lo que yo he sido, no puedo evitar pensar en lo que tu has sido, y aunque tú y yo hayamos sido mucho más no permitiré que un día me mires de lejos dudando cuál era mi nombre. Porque no nos merecemos eso.


No con lo que tú y yo hemos sido…

sábado, 1 de marzo de 2014

Vamos a acabar mal

Hoy lo primero que tengo que hacer es pedirte perdón, porque aunque te escriba a ti aún sigo pensando demasiado en él, sigo escribiéndole más que a ti, y todo esto es una excusa para sentir que no se ha ido del todo, porque aún sigo queriéndole. Si tú o él leyerais esto, notareis lo mucho que me cuesta hablar en pasado de nosotros y en presente de ti, lo difícil que me resulta llamar “él” a quién hasta hace poco era parte de mí.
Por eso perdón. También quiero pedírtelo porque después de hoy pienso seguir escribiendole a él. Quiero que me perdones, porque aunque ninguno me lea, aunque a ninguno le importe yo necesito disculparme. Porque hoy a pesar de que me queda mucho que decirle necesito hablar contigo, bueno escribirte a ti.
Si te enteraras y llegaras a leer estas líneas me sentiría mucho más ridícula que si él lee todo lo que le llevo dedicado, porqué sé que tú no eres de cartas manuscritas en sobre cerrado confesando sentimientos.
No te conozco del todo, aún me queda mucho por descubrir, pero algo me dice que eres más de los de tontear hasta dejar tonta, de los que no implican ni dejan nada claro, de los que no sabes hasta donde tomar en serio. Por esa razón me obligo a leerte flojito, no sea que acabe tomándome demasiadas ilusiones.
Explicarte eso es también uno de los motivos que me han llevado a estar escribiendo hoy para ti y no para él.
Sé que no tienes ni idea pero desde que él es un tema tabú a mí alrededor del que solo puedo hablar yo ganándome malas miradas tú te has convertido en el favorito que me tiene siempre sacada de quicio. No sé si es por eso o por nuestras poco cuerdas y serias charlas pero cada vez ocupas mas espacio en mi mente. Quizá influya que no quiero pensar en el porque me pongo a llorar y últimamente tú no haces más que sacarme sonrisas.
Me veo por eso y por más cosas en la obligación de pararme a pensar, y no quiero. Conozco esta situación, he estado antes en este punto aunque en condiciones demasiado distintas. Ahora es el tiempo de los, No, en realidad no me gusta. ¿Cómo puedo plantearme algo con él? Por favor, somos demasiado distintos. Es imposible que sea él. No habrá final feliz. Y es que déjame advertirte que aunque él me rompiera el corazón y se marcara el firme propósito de demostrarme lo contrario yo creo en el hombre de mi vida, creo en el príncipe, el amor y los finales felices. Partiendo de esto tengo que tener mucho cuidado con mis miedos y mis ilusiones, porque si creo demasiado en la gente sé que acabaré mal.
Ya te expliqué esto uno vez, soy predecible y no me gusta que me conozcan en exceso. Básicamente eso te vuelve vulnerable y tú que has peleado contra mí sabes que odio esta en situación vulnerable.
Dicho todo esto y antes de reflexionar quiero darte además las gracias, porque acabe donde acabe esta locura que soy ahora, tú sin querer y sin saber me estas demostrando que los corazones rotos también laten. Me has mostrado que al menos puedo volver a ese estado previo al enamoramiento en el que mides tus palabras con un leve temblor en los dedos al escribirlas, en las que cada broma se analiza hasta sacar conclusiones, como tú dices, de un ladrillo. Ese estado en el que no somos nada pero podríamos acabar siendo de todo.

No te voy a mentir, tal y como yo lo veo tú y yo vamos a acabar mal. Pero tú tranquilo que no pienso evitarlo. Estoy lo suficientemente cerca del fondo como para que hundirme unos metros más o menos no suponga demasiada diferencia.
El problema es que tenemos demasiadas opciones de cómo acabar, y ninguna buena.
Podríamos seguir como hasta ahora indefinidamente, quizá no sea la más satisfactoria, pero si la más segura. Continuar dándonos cariño y siendo ese alguien a quien dar las buenas noches del otro, fingiendo que solo queremos reírnos un rato.
Las posibilidades de que eso sea sostenible son pocas y eso me preocupa porque podemos acabar desembocando en que a mí se me olvide leerte flojito, se me vaya la pinza y te crea demasiado los piropos, acabando loquita por tus huesos sintiéndome demasiado estúpida por la amplitud de la sonrisa que me provocan tus buenas noches
También podemos pararnos a pensar seriamente en que es lo que queremos cada uno, dejarnos de tonterías. Tú confiesas que solo quieres arrancarme la ropa y yo te soy sincera y te digo que yo solo quiero que me la arranques.
Dudo que eso nos llevara a ningún sitio, bueno, puede que a la cama, pero como no vivimos en una película y no podemos pasar los créditos antes del ¿Qué es lo que hemos hecho? Quizá pararnos a pensar no nos sea rentable.

En caso de que tú, él o cualquiera este leyendo esto, que lo dudo, andaréis con la duda de a dónde quiero llegar con este despropósito de gracias, lo sientos y confesiones.  Y os diré la verdad, a ningún sitio. Hoy no vengo ni con argumentos ni con reproches.
Simplemente necesitaba explicarte que aunque sea otra espalda la que aún aparece en mis sueños la tuya alimenta demasiado mi imaginación. Quería contarte como están las cosas porque ahora mismo soy muy Cherry Balance y aunque no sepas quien es tú te has convertido en el Dallas que destruye mis convicciones.


En realidad todo esto es para advertirme que estoy en tu cuerda floja, y que en cualquier momento mis dos neuronas hartas de extrañarle pueden caer hacia el abismo. Para recordarme que pase lo que pase, cuando tú y yo acabemos mal tendré mucho que agradecerte.