Tengo muchas cosas en la cabeza, demasiado desorden
sentimental y un corazón que late desacompasado.
Debería centrarme en algún otro de mis muchos problemas pero
tras nuestro último…encuentro, si es que se puede llamar así y después de
soñarte toda la semana mi mente grita principalmente por ti y no consigue
desterrarte como la semana anterior.
El caso es que conozco muchas personas que fueran en su día
los seres más felices del mundo juntos, que se quisieron con locura y ahora se
vuelven locos si tienen que compartir espacio vital porque se odian. Al menos
el odio es un sentimiento, y uno intenso además, no se quieren ni ver pero no
se pueden olvidar, se piensan, muy mal, pero lo al menos no destierran al otro
de su mente.
Yo no consigo, ni conseguiré, ni quiero conseguir ese punto.
Quizá porque en realidad jamás hemos discutido, quizá porque aún te quiero más
de lo que debería, yo que sé. El caso es que gracias al cielo no siento odio
hacia ti. Pero sin embargo si soy capaz de concebir la idea de que alguien que
siente un amor muy intenso, como el que yo te procesaba por ejemplo, pase a
sentir el más profundo de los odios. Y es que, un corazón no puede vaciarse sin
más. Cuando una persona es tu pensamiento las 24 horas del día puedes tratar de
cambiar lo que piensas de ella pero no dejar de pensarla así como así. O al
menos eso es lo que creo yo.
Pero esos no son de los que te quiero hablar hoy, porque no
me preocupa que nos convirtamos en ellos, si no me odiaste cuando debías dudo
que te vayas a poner a odiarme ahora, y si yo no te odio ya, dudo que lo
consiga en el futuro. Hoy quiero hablarte de algo que no entiendo. De aquellos
que fingen no conocerse.
No los asimilo, conozco bastantes y no soy capaz de
empatizar con su situación. Me sienta peor una expareja que ni se mira a los
ojos que una que lo hace con rencor.
Hay quien dice que son rupturas más limpias, pero yo no me
lo creo.
Te confesaré una de esas cosas que no debería contar y que a
ti no te importan: Aún sigo usando el posesivo cuando hablo de ti. Seguramente
tú ni hables de mí, y si te ves obligado a mencionarme me llames por el nombre
de pila o vete tu a saber como. Pero yo me refiero a ti como mío. Ya sea mi ex
si con quien hablo no te conoce, mi león en caso de estar nostálgica en ese
momento o mi gilipollas los días que dueles demasiado, pero no te quito el mi.
Porque pase lo que pase, aunque estés con otra, aunque estuvieras solo, aunque
la vida de todas las vueltas que quiera o se detenga indefinidamente, un día
fuiste mío, y una parte de tu pasado, de lo que fuiste y de lo que eres,
siempre me pertenecerá. Por eso aquellos que se llaman por su nombre, y evitan
cualquier tema de conversación relacionado con a quién un día llamaron mi amor;
renunciando a ese derecho de apoderarse y dejar constancia del pasado que
compartieron, me parecen mal. Me ofenden.
Se encuentran por las esquinas, y no se dicen ni hola, se
esconden. Rehuyen las miradas. Como si sus labios no se conocieran, como si sus
pieles no se supieran de memoria el tacto de la otra. Como si nunca hubieran
sido uno.
Por eso desde aquí te grito hoy. Ni se te ocurra no
saludarme. No vuelvas a esconderte de mí. No seamos de esos, por favor, tú y yo siempre
fuimos distintos. Jamás nos pedimos salir, nunca nos hemos echado cosas en
casa. Nos quisimos de la forma más bonita e intensa posible, y no nos merecemos
el olvido.
Así que la próxima vez que me veas bésame. Da igual con quien estés, no esperes que sea ella la que
considere inapropiado que no lo hagas, ignora que con quien yo esté consideré
inapropiado que lo hagas. Tú solo acércate a mí y bésame. No te estoy pidiendo
mucho, solo un leve roce en la mejilla. Preferiblemente háblame también, dos
palabras sirven, no necesito más. Tan sólo actúa como yo.
Varias veces me repetiste aquello de que querías que ahora
que ya no podemos ser amantes, recuperáramos la
inmensa amistad que nunca llegamos a perder. Así que la próxima vez que
me veas recuerda que cuando te encuentras con un amigo, le saludas, no te
escondes detrás de ella.
Hace mucho me dijiste que era una de las personas que más
querías y temías, pero te has pasado demasiado jactándote de gryffindor, así
que saca valor, que debería caérsete la cara de vergüenza de que ella sea más
educada conmigo que tú.
Sé que como de costumbre no estas leyendo esto, pero si
llegas a enterarte tómatelo como esa orden que nunca me desobedeciste. Esa que
solía darte llorando.
“Abrázame”
Porque hoy la frase que retumba en mi cabeza no es por mí,
ni por ti, si no por los dos.
Con lo que hemos sido.
Con lo que nos costaba decirnos adiós. Lo que fuimos un día
no merece que ahora dejemos de decirnos “hola”.
Por nuestra memoria. Por la de nuestra piel. Porque la mía
ya jamás olvidará la de tus labios. Por los deja-vus que espero haberte
provocado cuando volviste a sentirme tan cerca.
Parate un segundo a pensar que ocupaba tu mente esos
segundos, porque no te creeré si me dices que no te resultó familiar la
sensación de tu mano erizando mi piel desnuda. Atrévete a negar que la
situación no fue tan distinta a cuando antes de ser tuya aparecía de la nada,
te besaba, saludaba y desaparecía antes de que te diera tiempo a nada.
No necesito saber que cara pusiste, o que excusa diste
cuándo te dijeron porque no ibas a saludarme. Tampoco sé si oíste las palabras
de reproche que te susurre. Pero poco importa.
Espero que no te molestara que no la saludara, ya me han
informado de su posición al respecto, y lamentablemente cada vez puedo llevarle
menos la contraria. Pero esos segundos eran nuestros, así que mejor que las
cosas sigan igual, porque no pienso olvidarte y de este modo te ahorras
explicárselo.
No malinterpretemos. Te superaré. Pero jamás nos dejaré ser
de esos que se ven con sus amigos o nuevas parejas y no se saludan. Jamás nos
dejaré ser como el resto. Te comportes como te comportes. Yo pienso seguir
actuando igual. Deberías saludarme, pero si no ten por sentado que igualmente
no te librarás del encuentro incómodo, así que al menos trata de quedar bien.
Porque aunque tengo que vivir con lo que yo he sido, no puedo evitar pensar en
lo que tu has sido, y aunque tú y yo hayamos sido mucho más no permitiré que un
día me mires de lejos dudando cuál era mi nombre. Porque no nos merecemos eso.
No con lo que tú y
yo hemos sido…
No hay comentarios:
Publicar un comentario