sábado, 1 de marzo de 2014

Vamos a acabar mal

Hoy lo primero que tengo que hacer es pedirte perdón, porque aunque te escriba a ti aún sigo pensando demasiado en él, sigo escribiéndole más que a ti, y todo esto es una excusa para sentir que no se ha ido del todo, porque aún sigo queriéndole. Si tú o él leyerais esto, notareis lo mucho que me cuesta hablar en pasado de nosotros y en presente de ti, lo difícil que me resulta llamar “él” a quién hasta hace poco era parte de mí.
Por eso perdón. También quiero pedírtelo porque después de hoy pienso seguir escribiendole a él. Quiero que me perdones, porque aunque ninguno me lea, aunque a ninguno le importe yo necesito disculparme. Porque hoy a pesar de que me queda mucho que decirle necesito hablar contigo, bueno escribirte a ti.
Si te enteraras y llegaras a leer estas líneas me sentiría mucho más ridícula que si él lee todo lo que le llevo dedicado, porqué sé que tú no eres de cartas manuscritas en sobre cerrado confesando sentimientos.
No te conozco del todo, aún me queda mucho por descubrir, pero algo me dice que eres más de los de tontear hasta dejar tonta, de los que no implican ni dejan nada claro, de los que no sabes hasta donde tomar en serio. Por esa razón me obligo a leerte flojito, no sea que acabe tomándome demasiadas ilusiones.
Explicarte eso es también uno de los motivos que me han llevado a estar escribiendo hoy para ti y no para él.
Sé que no tienes ni idea pero desde que él es un tema tabú a mí alrededor del que solo puedo hablar yo ganándome malas miradas tú te has convertido en el favorito que me tiene siempre sacada de quicio. No sé si es por eso o por nuestras poco cuerdas y serias charlas pero cada vez ocupas mas espacio en mi mente. Quizá influya que no quiero pensar en el porque me pongo a llorar y últimamente tú no haces más que sacarme sonrisas.
Me veo por eso y por más cosas en la obligación de pararme a pensar, y no quiero. Conozco esta situación, he estado antes en este punto aunque en condiciones demasiado distintas. Ahora es el tiempo de los, No, en realidad no me gusta. ¿Cómo puedo plantearme algo con él? Por favor, somos demasiado distintos. Es imposible que sea él. No habrá final feliz. Y es que déjame advertirte que aunque él me rompiera el corazón y se marcara el firme propósito de demostrarme lo contrario yo creo en el hombre de mi vida, creo en el príncipe, el amor y los finales felices. Partiendo de esto tengo que tener mucho cuidado con mis miedos y mis ilusiones, porque si creo demasiado en la gente sé que acabaré mal.
Ya te expliqué esto uno vez, soy predecible y no me gusta que me conozcan en exceso. Básicamente eso te vuelve vulnerable y tú que has peleado contra mí sabes que odio esta en situación vulnerable.
Dicho todo esto y antes de reflexionar quiero darte además las gracias, porque acabe donde acabe esta locura que soy ahora, tú sin querer y sin saber me estas demostrando que los corazones rotos también laten. Me has mostrado que al menos puedo volver a ese estado previo al enamoramiento en el que mides tus palabras con un leve temblor en los dedos al escribirlas, en las que cada broma se analiza hasta sacar conclusiones, como tú dices, de un ladrillo. Ese estado en el que no somos nada pero podríamos acabar siendo de todo.

No te voy a mentir, tal y como yo lo veo tú y yo vamos a acabar mal. Pero tú tranquilo que no pienso evitarlo. Estoy lo suficientemente cerca del fondo como para que hundirme unos metros más o menos no suponga demasiada diferencia.
El problema es que tenemos demasiadas opciones de cómo acabar, y ninguna buena.
Podríamos seguir como hasta ahora indefinidamente, quizá no sea la más satisfactoria, pero si la más segura. Continuar dándonos cariño y siendo ese alguien a quien dar las buenas noches del otro, fingiendo que solo queremos reírnos un rato.
Las posibilidades de que eso sea sostenible son pocas y eso me preocupa porque podemos acabar desembocando en que a mí se me olvide leerte flojito, se me vaya la pinza y te crea demasiado los piropos, acabando loquita por tus huesos sintiéndome demasiado estúpida por la amplitud de la sonrisa que me provocan tus buenas noches
También podemos pararnos a pensar seriamente en que es lo que queremos cada uno, dejarnos de tonterías. Tú confiesas que solo quieres arrancarme la ropa y yo te soy sincera y te digo que yo solo quiero que me la arranques.
Dudo que eso nos llevara a ningún sitio, bueno, puede que a la cama, pero como no vivimos en una película y no podemos pasar los créditos antes del ¿Qué es lo que hemos hecho? Quizá pararnos a pensar no nos sea rentable.

En caso de que tú, él o cualquiera este leyendo esto, que lo dudo, andaréis con la duda de a dónde quiero llegar con este despropósito de gracias, lo sientos y confesiones.  Y os diré la verdad, a ningún sitio. Hoy no vengo ni con argumentos ni con reproches.
Simplemente necesitaba explicarte que aunque sea otra espalda la que aún aparece en mis sueños la tuya alimenta demasiado mi imaginación. Quería contarte como están las cosas porque ahora mismo soy muy Cherry Balance y aunque no sepas quien es tú te has convertido en el Dallas que destruye mis convicciones.


En realidad todo esto es para advertirme que estoy en tu cuerda floja, y que en cualquier momento mis dos neuronas hartas de extrañarle pueden caer hacia el abismo. Para recordarme que pase lo que pase, cuando tú y yo acabemos mal tendré mucho que agradecerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario